¿Alimentos ecológicos? Sí, pero no a cualquier precio

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El 27 de febrero 2010 se celebrará en París el “Salón Internacional de la Agricultura”, una cita anual del mundo de la agricultura europea en la que se muestran las últimas novedades y las tendencias más representativas. Los agricultores ecológicos franceses, aprovechando el evento, quieren advertir a los consumidores de la estrategia comercial de la potente industria agroalimentaria francesa: para ello han elaborado un comunicado que harán llegar a los responsables políticos en el que dibujan la auténtica realidad del sector de la agricultura ecológica.

En el comunicado, los agricultores ecológicos franceses denuncian que el sector se encuentra desbordado por los intereses comerciales y el marketing de los grandes centros de distribución.

Los productos ecológicos se encuentran en prácticamente todos los comercios franceses y europeos. Con una oferta que no deja de ampliarse y unos precios en continuo descenso, el sector de la agricultura ecológica en Francia registra cada vez menores beneficios. Por este motivo, diversos productores de frutas y legumbres comprometidos con la agricultura ecológica han dirigido una carta a los responsables políticos en la que expresan sus inquietudes. Según los agricultores, « La excusa del poder adquisitivo del consumidor se impone a todo lo demás, incluyendo al compromiso ético de un sector que quiere ser ejemplar ».

Carta comunicado de los agricultores ecológicos franceses:

“Como productores de frutas y verduras ecológicas y firmantes de esta carta, hemos apoyado y apoyamos el desarrollo de la producción y el consumo ecológico. Sin embargo, consideramos que la masiva información acerca del crecimiento del mercado y el déficit de producción están desfasados con respecto a la realidad. En estos últimos meses, el mercado ecológico ha vivido situaciones de sobreproducción de frutas y verduras. La demanda de producto ecológico parece haberse relajado y el prometedor potencial de la restauración parece no acabar de arrancar. La importación no cubre una carencia crónica de productos que, en este caso, deberían ser reemplazados progresivamente por la producción francesa. Esta masiva importación responde a una demanda de productos exóticos, fuera de temporada o a bajo precio que no podemos ni queremos proponer al consumidor por razones éticas, técnicas o económicas. De esta forma, el verano pasado, en plena temporada de producción francesa, la mayoría de las frutas y verduras presentes en ciertas firmas de la gran distribución eran de importación. Esta realidad responde al compromiso de los centros comerciales con sus clientes para ofrecerles productos ecológicos a bajo precio.

Los métodos y los cuidados que aportamos a nuestros cultivos, unidos a la voluntad de practicar una agricultura sosteniblemente ecológica, no nos permiten competir con estas exigencias.

Por otro lado, en materia de política de conversión, constatamos un insuficiente apoyo técnico y de formación que hace que los nuevos productores se encuentren en una situación difícil de sobrellevar. La adaptación pura y dura de un sistema agrícola convencional a uno ecológico no es viable, y mucho menos sostenible: la rotación de los cultivos es parte integrante del modo de cultivo ecológico. Ignorar estos principios llevará a la agricultura ecológica al fracaso. Estas constataciones no se encuentran ni en la información institucional ni en la mediática.

Por su parte, el consumidor no está en situación de poder elegir verdaderamente, ya que su interés no reside en un desarrollo puramente cuantitativo, sino en la participación activa en un sector sano y coherente. Los productos provenientes de la agricultura ecológica, además de su calidad, aportan beneficios para nuestra salud y la del medioambiente. Sin embargo, cuando estos productos son importados, pierden parte de su beneficio medioambiental al no respetar los ciclos naturales de la temporada: tanto el transporte suplementario como el cultivo forzado no son compatibles con la ética del sector. Además, demasiados países exportadores no están en condiciones de asegurar un marco social a los trabajadores temporeros de la agricultura ecológica: el consumidor está convencido de realizar un gesto cuando lo único que hace es colaborar con la perpetuación de un sistema que sólo tiene un lema: la rentabilidad por encima de todo.

Consumir ecológico sí, pero no a cualquier precio: es necesario comprar productos locales que respeten el ciclo temporal. Las grandes multinacionales de la distribución quieren “cabalgar la ola verde”, pero aún no ha comprendido nada y no desean asumir el compromiso que ello implica.

Fuente: www.ladyverd.com

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